Thaipusam (Malasia)

Siempre me ha fascinado el poder de las fotografías para aflorar los recuerdos. Hace más de diez años viví en Malasia una experiencia viajera que me impresionó, el “Thaipusam”. Ninguna imagen puede plasmar los sonidos, los olores o el calor de aquel día, pero gracias a ellas hoy vuelven a mí las sensaciones de esa vivencia intangible. Esta es la historia detrás de las imágenes.

      Hoy es uno de los días en que se celebra anualmente en Malasia el “Thaipusam”. Se trata de una de las fiestas religiosas hinduistas que congregan mayor número de fieles. Aunque puede verse en otras localidades, la espectacularidad de las “Batu Caves” me hizo replantear el viaje para estar en esta fecha en Kuala Lumpur, y ser testigo directo de uno de esos eventos que normalmente sólo ves en documentales.

Inocentemente voy a la estación central de trenes (“KL Sentral Station”) para coger la línea que debería llevarme directamente a las “Batu Caves”. Debido a la importancia del día el billete solo cuesta 1 RM. En el andén el número de gente se va multiplicando. El calor aprieta y la espera se alarga. Por fin llega el tren completamente lleno y una multitud se agolpa en las puertas intentando romper las leyes de la materia y fusionarse entre sí para ocupar menos espacio. El recuerdo de las desgracias ocurridas hace poco por las muchedumbres y avalanchas humanas, me hace optar por salir de allí.

– Entrada a las “Batu Caves” junto a la estatua de “Muruga” –

      La siguiente opción que se me ocurre es ir en taxi. En una oficina de la estación se pueden comprar los tickets con el destino elegido y en el exterior se entrega al taxista. Ya dentro del vehículo el conductor ve el papel y se niega a ir. Incluso habla con otros compañeros, pero todos se niegan debido a los atascos que se forman por esta festividad. Todo parece estar en contra ya que no hay autobuses en esa dirección.

Con cierto desaliento, dedico un tiempo a pasear por los jardines circundantes a las Torres Petronas mientras el calor y el sol no dan tregua. La decisión pasa por volver al alojamiento para refugiarme de la tortura solar o intentarlo de nuevo. Hablando con otro taxista consigo que por lo menos me deje cerca de las “Batu Caves”, ya que el acceso está cortado al tráfico antes de la cueva.

Camino bajo el sol con un calor sofocante pero con la alegría de tener cerca mi objetivo. A lo lejos se divisa la enorme estatua dorada de 42 metros de “Muruga”, hijo del Dios “Shiva”. Comienzo a darme cuenta de que lo que allí se está viviendo es algo muy intenso y especial.

      Mezclado con la muchedumbre asciendo lentamente los 272 escalones hasta el interior de la caverna. Los fieles inician la procesión en el templo de ”Sri  Mahamariamman” en Chinatown y recorren 18 kilómetros hasta las “Batu Caves”. Algunos insertan en su carne anzuelos y pinchos y portan pesados altares llamados “Kavadis”, adornados con flores y plumas. Verlo de cerca impresiona, pero dicen que no sienten dolor gracias al estado de trance en el que entran.

      Bailes rituales, autoflagelaciones, personas exhaustas por llevar sobre su cuerpo el peso de la fe, perforaciones en la piel sin derramar una gota de sangre, lenguas atravesadas por tridentes de metal, miradas perdidas síntoma de un estado de trance, tambores, cascabeles en los tobillos resonando con los potentes pasos, tinajas en las cabezas (“Paal Kudam”) para portar leche como ofrenda y una larga lista de visiones, sensaciones y sonidos que no dejan indiferente. Las cenizas sagradas se usan para curar heridas que inexplicablemente no sangran. Aunque sorprenda, estos actos son una forma de demostrar agradecimiento hacia su deidad.

La cueva está abierta al exterior en forma de ancha chimenea y en su interior un fuerte olor proviene de la mezcla de flores y ofrendas.

      Tras quedar impresionado observando los rituales desde el máximo respeto, inicio el descenso por la escalinata mientras un río humano continúa subiendo, quizás con más intensidad que cuando llegué. Multitud de voluntarios abanican a los agotados por el esfuerzo mientras por las escaleras bajan rápidamente a alguien en camilla.

      De nuevo a los pies de “Muruga” – calmando mi sed con una bebida fresca – me voy dando cuenta de la experiencia vivida en el “Thaipusam”, y creo que muchas de las cosas que suceden allí solo tienen explicación por el inmenso poder de la fe.

Un diluvio protagoniza el trayecto en taxi a la base de las Torres Petronas, en el corazón del distrito comercial y financiero de Kuala Lumpur. La visión nocturna de las gemelas es indescriptible e hipnotizadora. Con sus 452 metros de altura se alzan iluminando el cielo de manera muy distinta a la de otros gigantes de la metrópoli. Su diseño se inspiró en la estrella de ocho puntas islámica. Mientras más las miro más me doy cuenta de que Malasia ofrece un contraste increíble entre lo moderno y las más profundas tradiciones. Seguro que no será la última vez que viaje a este maravilloso lugar.

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– Visión nocturna de las Torres Petronas en Kuala Lumpur –

TEXTO e IMÁGENES

Alberto Durán

Apasionado de la fotografía, los viajes y contar historias.

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