Mi vida era plena en Mallorca, dedicándome al culturismo y a mi trabajo como soldador. Una noche tuve un accidente de tráfico: me quedé dormido al volante volviendo a casa. Tres semanas después desperté del coma en un hospital, sin saber qué me había pasado. Estaba totalmente tetrapléjico: no podía mover nada del cuello para abajo. Los médicos me dijeron que no volvería a mover más de un 10% de mi cuerpo. Y yo solo les respondí: “por ahora”.

Y así fue. Me trasladaron de Mallorca al Hospital de Parapléjicos de Toledo y allí empecé toda mi recuperación. Pasé un año entero viviendo en el hospital y recuperándome. 

Cuando me dieron el alta, seguí con la rehabilitación por mi cuenta. Me metí de lleno en el gimnasio porque lo deseaba, lo necesitaba. Me puse como objetivo volver a caminar, volver a ponerme erguido y competir otra vez, pero de pie.

En ese proceso descubrí que también disfruto compitiendo en silla. ¿Por qué? Porque es una visión totalmente distinta a la de un competidor de pie. Es bastante duro, pero me da aún más energía para seguir adelante. Siempre le digo a la gente: “Los límites te los pones tú. El cuerpo acompaña a la mente”.

Y hasta ahora. Esta es mi segunda competición en silla (EMPRO CLASSIC 2025). Me ha encantado, he disfrutado un montón y animo a todo el mundo a que haga deporte. No solo culturismo, pero para mí es mejor que cualquier psicólogo.